per Ana Marcela Pardiñas Kurban
Este es el
título del documento firmado en 2002 por
180 países pertenecientes a la organización Naciones Unidas y en el que se comprometen en llevar a cabo
un programa a favor de los niños promoviendo
y protegiendo sus derechos teniendo presente las normas jurídicas establecidas
por la Convención sobre los Derechos del Niño y sus Protocolos Facultativos.
Los
objetivos propuestos son lograr la mejor base posible para la vida futura del
niño, asegurar a todos el acceso a una enseñanza básica de calidad, incluida
una educación primaria obligatoria y gratuita, y brindar las oportunidades para
que los niños y los adolescentes desarrollen su capacidad individual. Se
pretende eliminar la pobreza, la discriminación y apoyar activamente a las
familias y se contempla la inclusión de varios sectores sociales para su
cumplimiento: políticos, organizaciones no gubernamentales, medios de
comunicación, organizaciones religiosas, sector privado, comunidades indígenas,
educadores, cuidadores, familias y niños considerados como agentes activos de
su propio cambio.
Objetivos primordiales y urgentes que, de cumplirse,
favorecerían el logro de un desarrollo óptimo en la infancia. Por supuesto no
serían suficientes, pero sí necesarios para tener un punto de partida desde
donde trabajar otras tantas tareas que serían propias de esta etapa: el logro
de un alto autoconcepto, confianza, autonomía, seguridad afectiva, autonomía, desarrollo de
mecanismos de protección ante las adversidades, entre otras.
Hasta aquí
todo parece posible y el interés por el desarrollo de la infancia parece
sincero por parte de los gobiernos adherentes si no fuera porque, para hacer que esta serie de propósitos se
haga realidad, los países industrializados se han comprometido a destinar el
0,7% de su producto nacional bruto a la asistencia oficial para el desarrollo y
al fomento de asociaciones locales. Compromiso al que no hacen frente.
Cabe pensar que una vez más estamos frente a la hipocresía
de gobiernos que por un lado se vanaglorian por defender a los más
desfavorecidos pero que, por otro, pretenden perpetuar este modelo económico
asegurándose mano de obra barata que trabaje para el enriquecimiento de unos
pocos.
Sin embargo
los congresos se repiten y los países siguen reuniéndose a proclamar la
intención de promover mejoras del bienestar infantil. En 2012 el país elegido
fue Argentina. En la Provincia de San Juan entre los días 15 y 19 de octubre se
celebró el V Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia.
En el marco de este congreso se realizó el 1º
Congreso Nacional de Niñas, Niños y
Adolescentes Protagonistas del Cambio Social, un hecho innovador que
pretendió dar, por fin, voz a los propios interesados: más de 1000 niños de diferentes comunidades se juntaron y
realizaron diversas actividades teniendo como punto central el desarrollo de un
Taller de Filosofía utilizando como materia de trabajo la canción “SEMILLERO”,
una exquisita composición del cantautor argentino Gabriel Dávila Kurbán
inspirada en la Declaración de Derechos de los Niños aprobada por Naciones
Unidas en 1998.
A partir de su letra, que deconstruyeron y construyeron una
y otra vez logrando nuevas e interesantes creaciones, los niños y adolescentes
tuvieron la verdadera oportunidad de ser protagonista reflexionando sobre sus
necesidades y carencias y elaborando unas conclusiones en las que alertan y
exigen a los responsables medidas que tengan como fin no sólo mejorar sino optimizar sus condiciones de vida.
Ya es hora
de tomar conciencia y entender que toda medida tendiente a lograr la
optimización de las condiciones de vida de nuestros niños desde su etapa
prenatal es la base del desarrollo de futuros adultos responsables, plenos y
felices: es inversión y no gasto. Los niños lo entienden. Ellos saben lo que
merecen: paz, amor, cuidados, juego, respeto a la diversidad…
¿Nosotros estaremos a la altura para procurárselo?
Webs
de consulta:
Para ver las
Conclusiones a las que llegaron los niños:
Canción “SEMILLERO”:
Otras: